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Texto de Édgar Ávila Pérez
Publicado en diario El Universal
Puebla, Pue.- Cuando las palabras “estrellas” y “galaxias” llegan a Itziar Aretxaga, su mente viaja al cielo estrellado de la playa Laga, en aquellas noches de verano con el viento en la cara y el sonido de las olas en su natal Bilbao, en el norte de España. “Es la emoción por la inmensidad que es el universo, es el otro mar cuando yo estaba en esa playa”, dice la astrofísica de 55 años, a quien Wikipedia le atribuye -muy a su pesar- el descubrimiento de más de mil galaxias desde el Gran Telescopio Milimétrico “Alfonso Serrano”, el más grande del mundo. El País Vasco es su patria chica y México su hogar, en ambos lugares busca una respuesta científica a la formación y la evolución de las galaxias y esas preguntas humanamente enraizadas: de dónde venimos y a dónde vamos. “Mi interés es cómo se ha dado la evolución del Universo, cómo las galaxias han podido evolucionar desde el principio de los tiempos hasta como son hoy en día y cómo las vemos alrededor nuestro”, afirma, con una pasión que la desborda en su hablar y en todas sus expresiones.
En la cima del volcán Sierra Negra de Puebla, a 4 mil 600 metros sobre el nivel del mar, se adentra al mar de estrellas, al universo observable con sus cien mil millones de galaxias. Y así, como un pequeño grano de arena, evoca una infancia al lado de su madre Blanca, una modista “para señoras adineradas” y su padre José Ángel, un maestro en una escuela profesional. Ella, junto con sus primos, es la primera generación universitaria de la familia. Física y astrofísica, con cientos de publicaciones en revistas especializadas de todo el orbe y actual integrante del Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica, el centro de investigación público más importante perteneciente al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.
Grano de polvo
En la montaña, en ese gran telescopio, cuando analiza la posibilidad de haber hallado una galaxia no catalogada, le resulta difícil entender, su pensamiento es abstracto, contiene las emociones y no se deja tocar de alguna manera por esa maravilla que revisa. Pero cuando verifican los datos, entonces le entra un sudor frío y se da cuenta que todo esto es real, que no es un sueño ni una entelequia, no es algo producto de su imaginación: “es una imagen de un objeto astronómico que se encuentra a decenas de miles de millones de años luz”.
Más allá de contar y catalogar las estrellas y galaxias, el objetivo -describe- “es poder medir como se formaron (…) tratar de ponerlas en un esquema evolutivo de tal manera que nos de una idea de cómo llegamos hoy en día a tener las galaxias alrededor nuestro”. Al explorar el cosmos, Itziar se deja sobrecoger por la gran dimensión, se siente más pequeña que un grano de polvo, pequeñísima en comparación con esta gran inmensidad del universo. “Pero al mismo tiempo pienso que desde nuestra gran pequeñez cuan grande es la empresa científica de la humanidad. Desde la pequeña gota de polvo llamada planeta Tierra y desde nuestra pequeñez física como seres humanos, cómo hemos sido capaces de entender la grandeza del universo”.
Los libros en los rincones de casa, el hábito por la lectura de sus padres, aquellos microscopios infantiles en los que analizaba minerales y el jabón que fabricaba con su padre en la cocina, son recuerdos que siguen vivos y que le marcaron, como también lo hizo su primera muñeca y su mini lavadora con motor de juguete.
“Claramente tenía otro tipo de inquietudes desde pequeña, recuerdo los juegos científicos: clasificación y estructura de minerales, experimentos muy simples de química, desde como precipitar la sal, hasta como hacer jabón”, dice. Sus caminatas por las montañas y las rondas en bares de su localidad, acompañaron parte del proceso gradual de su gran curiosidad por la ciencia, por entender las propiedades de la materia y de la energía, por comprender las leyes que explicaban los fenómenos naturales. “Recuerdo siempre preguntarle a mi padre como funcionaban las cosas; al final de la primaria sabía que era la física lo que me gustaba y claramente en la secundaria era clarísimo que yo iba a estudiar ciencias físicas”, rememora.
La literatura le llevó por mundos desconocidos, desde las aventuras de alumnas del internado femenino Torres de Malory de la saga de la británica Enid Blyton, pasando por la historieta humorística Mortadelo y Filemón del español Francisco Ibáñez, hasta sumergirse en una historia del futuro en La fundación de Isaac Asimov.
Obtuvo Licenciatura, Maestría y Doctorado en Física en España y de ahí al mundo y al universo. La atraparon las estrellas, nubes de gas, planetas, polvo cósmico, materia oscura y la energía. Los cúmulos de galaxias, núcleos galácticos activos, formación y evolución de galaxias y las supernovas son las líneas de investigación que la llevaron a descubrir mil galaxias, según Wikipedia. Enrojece cuando pretenden atribuirle tales logros. “Ay, no las puedo contar”, suelta con una sonrisa tímida y aclara: “No las he descubierto sola, las he descubierto junto con los equipos científicos a los que pertenezco”. Con sencillez y paciencia, como si explicara a un niño que desconoce siquiera la palabra astrofísica, relata que se forman grandes equipos científicos para explorar el cielo extra galáctico y al encontrar nuevas galaxias entran a los catálogos. Y así han descubierto miles de galaxias, pero -afirma- sí se hace la entrevista en tres años más, éstas serán cientos de miles, porque se contará con un nuevo instrumento que será instalado en el Gran Telescopio Milimétrico. «Es como encontrar granos de arena en una playa: sabes que vas a encontrar granos de arena cuando metes la mano en la arena”.